Madrid a ritmo lento
Madrid es como un enorme laberinto para recorrer lentamente y detenerse en algunos de sus mejores escenarios.
Ramón Villeró / VIAJES MAGAZINE
Camino las calles del viejo Madrid bajo el cielo azul de principios de diciembre. Sol, Plaza Mayor y Santa Ana para después refugiarme en alguno de sus bares y degustar una ensaladilla, calamares a la plancha, o probar unos callos a la madrileña.
Madrid es como un enorme laberinto para recorrer lentamente y detenerse en algunos de sus mejores escenarios. Sin prisas. Tiempo habrá en futuras ocasiones para ir descubriendo nuevos espacios y paisajes.
En días de lluvia, visitar el Museo Thyssen-Bornemisza, el Museo del Prado o el Centro de Arte Reina Sofía nos convierte en espectadores del arte en mayúsculas.
Si hace buen tiempo se imponen las terrazas incluso en invierno, o una visita al a menudo olvidado templo de Debod donde el Antiguo Egipto sobrevive trasportado desde la orilla del Nilo. Desde aquí, desde el parque de la Montaña, el visitante ve la extensión de la Casa de Campo, el pulmón de la ciudad.
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En dirección sur nos dirigimos a la plaza de Oriente, el Palacio Real y la catedral de la Almudena, lugares que nos hablan del Madrid de reyes y otras dinastías que han escrito la historia de España. Muy cerquita de aquí podemos comer en “El Landó” uno de esos restaurantes que hechizan por la excelencia de sus platos.
Otro de mis rincones favoritos, después de visitar las elegantes tiendas de Salamanca y Recoletos y acercarme a Christian Louboutin, es pasear por la Puerta de Alcalá y desde aquí adentrarme en El Retiro. El parque se descubre a sí mismo a medida que uno se adentra entre pendientes y arboledas para acabar contemplando la belleza del Palacio de Cristal, un edificio que a nadie deja indiferente y que en la actualidad alberga exposiciones de arte contemporáneo.
Para finalizar una jornada perfecta, cena en alguno de los más selectos restaurantes de Madrid, Santceloni en Castellana 57, o tal vez en Ramón Freixa, y de regreso al hotel una última copa en el Dry Martini del Gran Melià Fenix, toda una institución en la noche de Madrid. Un local acogedor donde probar la variedad de cócteles, decorado en su barra con el inmenso bodegón de Jorge Diezma o en la concurrida terraza exterior en las noches de verano.
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