En una de nuestras visitas al bar Bull & Bear del Waldorf Astoria en Nueva York, hablando con nuestro amigo y barman Oscar Estrades, nos explicó la siguiente anécdota. En una ocasión, un cliente pidió a Oscar un Manhattan y abrazada a la guinda roja como si fuera una tabla de salvación se encontró una Drosophila Melanogaster o “mosquita de la fruta”. Tras lo cual, tuvo lugar el siguiente diálogo:

– ¡Barman! ¿Qué es esto? – dijo señalando la Drosophila.

– ¿Esto?- contestó Oscar-. Esto es un Manhattan

– No, no, ¡esto!- dijo el cliente señalando de nuevo la mosquita.

– Oscar, con la mejor de sus sonrisas y sin inmutarse, le contestó:

– Esto es Central Park en Manhattan, señor.”

Aunque el origen del cocktail Manhattan ha generado mucha controversia, la versión que más fuerza adquiere sobre su nacimiento data de 1886 en la ciudad de Nueva York. Cuando Jenny Churchill, madre de Winston Churchill, organizaba una fiesta en el Manhattan Club en honor a un amigo de su padre, Samuel J. Tilden, tras ser elegido gobernador de Nueva York. Jenny quería homenajear a su anfitrión y dio instrucciones al barman para que crease un cocktail especial para la ocasión.

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Detractores de la anterior historia, al igual que muchos otros, creen que el cocktail tiene su origen en el barrio neoyorquino del cual toma nombre. Aún encontramos otra versión en la que se dice que el cocktail procede de un baile con el mismo nombre, muy de moda a finales del siglo XIX.

Un trago clásico que ofrece la posibilidad de disfrutar del sabor del buen whisky. Hay quien sustituye el whisky por Bourbon canadiense siguiendo con la tradición impuesta en la época de la Ley Seca, que al no poder usarse whisky nacional, la Mafia lo importaba de la vecina Canadá. El toque final lo aporta el golpe de angostura y de vermut rojo.

Una combinación sutil y elegante que evoca momentos de otra época donde los hombres lucían sobreros de copa y las mujeres guantes blancos de seda.